LAS MIL Y UNA NOCHES DE JOSÉ SEGRELLES ( I )
J J Soler Navarro
José Segrelles (1885-1969) volvía a asomarse recientemente por su capital querida, Valencia y lo hacía por la puerta más grande que puede abrirse para uno de sus grandes maestros, el Museo de San Pió V, donde nos acercarnos de marzo a mayo de 2007 a uno de los trabajos más personales y que más identifican el gusto estético de José Segrelles। La exposición paso en noviembre y diciembre por el MUBAG de Alicante antes de regresar a Albaida.

Si bien pueden estudiarse el Segrelles pintor, dentro del preciosismo modernista; el Segrelles cartelista aún reconocido por el lugar que ocupó en el diseño gráfico de los años veinte a los cuarenta, es el José Segrelles ilustrador el más enigmático, por la gran cantidad de trabajos realizados, pero a la vez el más apasionante dentro de su dilatadísima trayectoria artística, que empieza a los nueve años en la Academia de San Carlos de Valencia, a los 12 en la Lonja de Barcelona donde se licenciaría en Bellas Artes para mantenerse en activo hasta casi los ochenta y cuatro años।

Aunque José Segrelles, señalaba D. Quijote de la Mancha (Ed. Espasa Calpe a. 1966 y sucesivas hasta hoy) como el vértice de toda su carrera artística, Las Mil y una noches que ahora podemos volver a contemplar en el Museo San Pió V, bien podría valernos para conocer su evolución o –involución entendida como modificación- desde un barroquismo en el que la figura principal está envuelta de un decorado, de una atmósfera o de un paisaje que lo circunda y lo subraya como protagonista, para pasar por el personaje principal aureolado con un ambiente difuminado para centrarnos en la expresión gestual del personaje principal. Entre las que nos sugieren aquel barroquismo preciosista de las primeras ilustraciones, año 1931 y las que podrían haber ilustrado una tercera edición que no llegó a cuajar con Salvat tras la edición del año 1956, más que años para José Segrelles, habían pasado muchas ilustraciones por su pupitre y una obligada estancia en el caballete pintando temas religiosos durante las décadas posteriores a la guerra civil española.

Para viajar por esta sugerencia estética, bien pueden valernos en esta exposición, la selección los ochenta y ocho esbozos de grafito, -procedentes de los fondos de la Casa Museo abierta al público por el propio Pintor en Albaida, al igual que muchas de las acuarelas que podemos contemplar ahora en Valencia-, que como en toda serie ilustrativa, precedían a las ilustraciones definitivas y que llenas de anotaciones, nos enseñan como iba formando las figuras, logrando cromatismos y consiguiendo en cualquier caso decorarlas hasta acabar la ilustración que finalmente se reproduciría en los libros।

Todas las ilustraciones de José Segrelles, parten de la realidad. El pintor tenía que ver aquello que quería plasmar. Daba igual que como en este caso fueran personajes orientales, o que se cruzara con contrabandistas, piratas, caballeros, franciscanos, capuchinos, dominicos, marcianos, microcrosmos feboitas o paisajes siderales. Segrelles recreaba su particular escenario, vestía sus modelos, -familiares y vecinos de Albaida o amigos de donde residía en aquel momento- y les armaba como los instrumentos con los que debían protagonizar la escena a ilustrar.
Dice el catedrático de Historia del Arte, Bernardo Motagud Piera “J Segrelles, Biografía Pictórica” (Alcira 1985) p।130 “Hemos constatado que Segrelles precisaba de una motivación inmediata para crear, y en Las Mil y una noches, encuentra el filón más idóneo। Segrelles imagina lo que lee; crea sobre papel un espacio; recurre frecuentemente al modelo fotográfico (Aladino, Morgiana, Simbad…) el cual plasma literalmente con su asombroso dibujo y domina la técnica de la acuarela de modo excelso. (…) Todas las ilustraciones tienen como protagonista a un personaje central plasmado con verismo fotográfico. A este envuelve la fantasía de un virtuoso entorno de grados tonales, predominantemente el azul, que compensan el realismo, equilibrándose pues, a un tiempo, lo temporal y lo etéreo, lo terrenal y lo fantástico, que aúna, sin dificultad, por su dominio técnico”.

Así cuando leemos, (Las Mil una noches. Ed. Salvat - Barcelona 1931) “De este modo tuvo Morgiana la completa seguridad de que su amo había alojado en su casa nada menos que a toda la banda de ladrones que había visto entrar en la cueva, y algo tramaban contra la vida de Ali Baba y de todos los de la casa. Sin duda su capitán era el fingido mercader de aceite. (…) De vuelta en la cocina, encendió Morgiana la lámpara, toó una gran cacerola de las de pico, la llenó de aceite sacado de la tinaja con la alcuza, y la puso a calentar hasta que hirvió el aceite. Entonces fue derramando en cada tinaja bastante aceite para abrasar al ladrón escondido sin darle a tiempo a quejarse”. José Segrelles ya estaba viendo a su hermana vestida con sedas y ya le había pedido a su hija o a su sobrino, que le subiera al estudio las tinajas que debía de rellenar de aceite.
Según el Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Valencia, F। Javier Pérez Rojas, ”El Esplendor de la pintura Valenciana 1860-1930” (Valencia 2001) p।14 El preciosismo no sólo hace notoria la habilidad del artista, sino que la acerca al espectador, intimando y seduciendo”. (…) “El preciosismo es el placer de la pintura a través de la pura visualidad, sensorial y perceptiva” (…) El estilo de José Segrelles es expresivista, y con frecuencia caricaturesco; sus extraordinarias dotes se dejan ver en un dibujo impecable, minucioso, detallista, que brilla especialmente en las ilustraciones de libros. Su sentido narrativo se apoya en una concepción de miniaturista y acuarelista que le permite visualizar los pasajes literarios con agitación, exhuberancia y cierta magnificencia y dosis de humor. Con frecuencia suele resaltar las escenas; tales abundan en las ilustraciones de Las Mil y una noches. (…) El gusto por lo oriental o moruno tiene también una decisiva presencia en la obra de José Segrelles. La identificación con esos exotismos se deja ver en la decoración de su casa de Albaida y en el ambiente de su estudio. Las ilustraciones para Las Mil y una noches debieron contribuir a despertarle su curiosidad por un oriente lejano y fabuloso, lleno de contrastes y color.

“Y lo primero que hirió los ojos del Sultán Khosrú fue el surtidor de Agua Color de Oro, y se detuvo, contemplándolo, admirado y exclamó:!Agua maravillosa, la que tanto complace a la vista!. Se adelantó para contemplarla más de cerca y de pronto percibió el concierto del Árbol que canta, y prestó oído entusiasmado a aquella música, que caía del cielo, y estuvo largo rato escuchándola. Luego exclamó: !Oh, jamás oí semejante música! Cuando, para escucharla mejor, avanzaba en la dirección por donde creía encontrarla, he aquí que la música cesó y un gran silencio adormeció todo el jardín”…(Las Mil una noches. Ed. Salvat - Barcelona 1931)
José Segrelles, el pintor que puso su saber hacer a disposición de la ilustración, fue uno de los artistas españoles más internacionales de su época y fueron precisamente las ilustraciones de Las Mil y una noches, entre otras las que en un principio en revistas como la mítica The Illustrated London News (año 1929) y posteriormente en exposiciones como la individual de su obra en el Roerich Museum de New York (15/04/1931), le alzarían de por vida a la categoría del mejor ilustrador universal


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