LAS HOJAS SELECTAS DE JOSÉ SEGRELLES







Por: J. J. SOLER NAVARRO.



El encargo de la editorial Salvat, entre 1914 y 1921 para la revista Hojas Selectas, fue el resultado de la unánime aceptación de los trabajos de Segrelles destinados a iluminar libros. Hasta entonces y desde 1897 que trasladó su residencia a Barcelona, Segrelles intentaba abrirse camino como pintor, mientras el trabajo que le daba de comer, marcaría seguramente su vocación como ilustrador desde los últimos años del siglo XIX. En este sentido, su paso por los Estudios Napoleón, pintando decorados a las fotografías de la burguesía catalana, compaginándolo con las interpretaciones al piano de las primeras películas proyectadas en Barcelona importadas por el propio Emilio Fernández, esposo de Anaïs Napoleón quien le daba nombre a la empresa familiar.

Su largo centenar de trabajos para las Hojas Selectas de la Editorial Salvat, son anteriores a su dedicación en exclusiva a la ilustración y los carteles publicitarios, es decir, anteriores por ejemplo al encargo de Vicente Blasco Ibañez y paralelas a las primeras acuarelas que realiza para Obras Maestras, Los Grandes Hechos y Páginas Brillantes de la editorial Araluce y para la revista Hojas Selectas de Salvat, utilizando indistintamente el gouache, aguatintas, y lavados mixtos, todos ellos en blanco y negro.

En Barcelona, que era uno de los centros impresores de más prestigio, José Segrelles se abrió pronto camino entre los “iluminadores de libros”, a pesar de la competencia y del número de sobresalientes profesionales, como lo demuestran los innumerables encargos que recibía de las editoriales catalanas.

La importancia de esta etapa de aprendizaje de técnicas ilustrativas en el estudio del fotógrafo Napoleón (1904-1909) es clave en el desarrollo futuro de su obra. Se inició bajo el magisterio del pintor Félix Vila Pages, en las técnicas mixtas que empleaba en el laboratorio. El equipo técnico de los fotógrafos de principio de siglo lo constituían las cámaras de placas y películas de rollo. Se utilizaban grandes formatos que posibilitaban copias por contacto (superposición del negativo y el papel a positivar), retoques y proyecciones en la ampliadora.

La química del laboratorio se basaba en el conocimiento de que la capa de coloides orgánicos que impregnaba el papel –positivo– podía manipularse. En los relieves de lavado, se añadían a aquellas sales de bicromato, que se hacían solubles en los puntos impresionados, mientras que las superficies reservadas podían ser eliminadas con la ayuda de agua caliente. También era factible añadir al celuloide unos pigmentos insolubles o bien carbón finísimo, en cuyo caso se denominaba proceso de carbón. Igualmente se podía trabajar el negativo fotográfico –placa de cristal o película–y recubrir las partes no deseadas con veladura de mayor o menor densidad –colorante rojo– o dibujar a mano detalles.

Todos estos retoques se proyectaban con la ampliadora para lograr, según los tiempos de exposición, degradados, eliminaciones o valoración de determinados centros de interés. Esta técnica permitirá a su vez la superposición de dos negativos o la proyección de varios sobre un mismo papel. Esta actividad de retocador de negativos y positivos y el conocimiento y dominio de las tintas sobre el papel fotográfico resultará clave para comprender el dominio que alcanzaría Segrelles en sus claroscuros y la “química” de sus densas ilustraciones, donde se aprecian diversos procedimientos.

En el diseño de ilustraciones posteriores, las destinadas a Hojas Selectas y sobre todo, las excelentes series dedicadas a cuatro novelas de Blasco Ibáñez –El Intruso, La catedral, Los muertos mandan y Flor de Mayo– destaca en la monocromía, el dominio del claroscuro patente en esta etapa. La importancia que tiene el dibujo, el dominio del claroscuro, la valoración de determinados centros de atención, ciertos encuadres compositivos y el acercamiento a las técnicas mixtas, que facultan y propician la reproducción de un original en los talleres gráficos, fueron aprendidos por Segrelles en los estudios fotográficos de Napoleón. Estos recursos, utilizados prolijamente por los artistas adscritos al Pop Art y al Hiperrealismo, lejos de suponer un desdoro, proyectan la personalidad artística a determinadas vanguardias pictóricas posteriores y lo erigen como uno precursor de una técnica todavía vigente.

Emilio Fernández, propietario del estudio Napoleón, dados los evidentes progresos y vocación manifestada por Segrelles, le animó a proseguir su aprendizaje académico en la Escuela Superior de Bellas Artes, La Lonja de Barcelona. José Segrelles había interrumpido a los 12 años sus clases en la Escuela de Artesanos y Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia debido a la prematura muerte de su hermano Vicente, tutor en esos momentos del pequeño José.

En enero de 1902, la editorial Salvat sacó a la luz la revista mensual HOJAS SELECTAS con el subtítulo “Revista para todos”. Tenía un centenar de páginas y otras tantas ilustraciones entre fotografías y dibujos. Esta obra artística y de actualidades formó parte de la Biblioteca Salvat y fue impresa en el establecimiento tipo-litográfico editorial de Salvat en Barcelona. Se alternaba la impresión sobre un papel parecido al cuché y otro de menor calidad. Esta revista contaba con columnas fijas, como por ejemplo las secciones de Panorama Universal, Retratos, Variedades, Notas Cómicas y Suplementos, entre otros. Los demás textos eran de índole literario (sobre todo novelas), histórico, científico y de cultura general. Existían gran variedad de temas que eran tratados con profundidad en general, siendo su contenido muy variado: costumbres populares, cuentos, viajes, tradiciones, leyendas, historia natural, información artística, científica, artística, histórica, geográfica, industrial, agrícola, comercial, variedades, panorama universal, notas políticas, pasatiempos, retratos y suplementos artísticos. Además había una sección dedicada a la información puntual en España y en el extranjero.

Todos los textos iban acompañados de grabados y dibujos, varios hechos en colores. Asimismo, se insertaban algunas fotografías. En todo el conjunto de los números había más de 1000 ilustraciones, gran cantidad de ellas a todo color y de gran belleza. La calidad de los grabados era extraordinaria y el espacio reservado a la publicidad sumaba hasta 16 páginas.

Hay fotografías, dibujos, caricaturas, tarjetas, pentagramas, postales, cartelas, etc. e incluso se incluyeron algunos encabezados adornados. La tipografía era sobria y elegante. Muchos de los autores que publicaron en ese año fueron sumamente reconocidos y de gran importancia en la literatura en lengua castellana: Enrique Granados, Roberto de Palacio, Ricardo Palma, Rubén Darío, G. Martínez Sierra, Luciano Biart, Juan de Dios Peza, E. Contreras y Camargo, José Comas Solá, F. Navarro Ledesma, Eugenio Mascareñas, M. Berg, Santiago Baker, C. Schwarzkopf, Antonio García Llansó, Felipe Pedrell, Ángel R. Chaves, F. Climent Terrer, José Echegaray, Alfonso Danvila, J. Menéndez Agusty, V. Salado Álvarez, Manuel Carretero, etc. Algunos de los extraordinarios ilustradores fueron: José Segrelles. Ramón Casas, Apeles Mestre, Méndez Bringa, F. Lix, A. Utrillo, E. Varela, Cabrinety, G. Camps, D. F. Sardá, Karicato, F. Sans Castaño, F. S. Covisa, Argemí, L. Hitchcok, etc.

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